Una vivienda confortable (de algo así se habla en la Constitución)

imagen: jimdo.com
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El periodista José Alejandro Rodríguez en su espacio de Canal Habana refería ayer varias quejas por la calidad de viviendas recién construidas o reparadas, que en poco tiempo comienzan a manifestar signos de deterioro.  La semana pasada en el espacio Cuba Dice del noticiero de la televisión, asombraba el reportaje de las viviendas entregadas a personas que permanecieron en albergues, alguna de ellas hasta por ¡40! años.  ¿Y qué vi? Un inmueble tosco y hosco, sin repellar, las tuberías al aire, carente de losas en el piso, en la cocina y el baño.  Algunos de los “beneficiados”, hasta se podría decir que estaban felices, y es explicable para quien haya tenido que convivir con extraños: sin privacidad, sin espacio, sin higiene y sin respeto por lo ajeno. 

Cuando se ocupaba de proveer, el estado-papá no se tomó demasiado empeño en resolver el problema de la vivienda, el cual se hizo crítico sobre todo en la capital, donde la cantidad de albergados alcanzaba el año pasado una cifra similar a la de la población de la ciudad de Matanzas.   

Y no solo el Estado no resolvió el problema de la vivienda, sino que destetó a sus bebés transfiriéndoles el problema.  Los afectados deben ahora solicitar créditos, volverse unos sabuesos en los rastros de materiales de construcción, aprender el oficio, establecer relaciones laborales con personas con similares intereses, como debió ser siempre, creo yo; solo que muchos de los que todavía malviven y ahora deben hacer por sí mismos, fueron educados en la idea de que un buen comportamiento laboral, político y social les reportaría la entrega de la ansiada vivienda en la asamblea de méritos de su centro de trabajo.

La docena de barrios insalubres heredados del gobierno anterior a 1959 fueron rápidamente erradicados.  El mismo gobierno que asumió desde entonces es enteramente responsable de la actual cifra de más de 160 barrios y asentamientos sin condiciones.  Esa favelización nada tiene que ver con el bloqueo ni la amenaza imperialista; es una manifestación más de la ineficiencia para administrar y producir del mismo grupo que insiste en convencernos de que ahora sí.

Bizcochos zocatos

El vendedor ambulante de bizcochos se detuvo en mi puerta.  Quería saber la dirección de los abogados que podían ayudarlo.  Le pregunté por la gestión que le estaban haciendo «por arriba», y con pesar respondió que la persona no pudo (o no se atrevió o no quiso) resolverle el problema.  Para los que no entienden, escribí Bizcochos amargos primero y Bizcochos rancios luego con esta historia de continuidad.  -Ahora sí voy a ir a verlos porque no tengo nada que perder.