En BBC Mundo

La tortuosa llegada de la televisión digital a Cuba

  • 11 diciembre 2015

La televisión digital en Cuba está por llegar. Las transmisiones ya comenzaron e incluso en áreas de varios municipios de la capital donde la recepción siempre ha sido deficiente, los decodificadores, conocidos entre nosotros como «la cajita» se entregaron subsidiados.

Pero son las tiendas en pesos convertibles las encargadas de comercializar las cajitas, cuyo precio, según la marca y las prestaciones, oscila entre los veinte y los cincuenta CUC.

A eso debe añadirse que para el óptimo rendimiento de la cajita debe cambiarse la cinta bifilar conocida como bajante por un cable coaxial que se vende a 0,40 CUC el metro, adquirir los conectores y para una nitidez absoluta, la antena conocida como «espina de pescado» que cuesta aproximadamente 14 CUCs.

La televisión digital no está al alcance de todos; para empezar, en Cuba todavía hay mucho televisor sin los terminales para las conexiones a la cajita, hasta subsisten de acuerdo con el censo del año pasado, televisores en blanco y negro de la época soviética.

Los televisores de pantalla plana de 32 pulgadas, dependiendo de la tecnología, no bajan de los 300 y pueden llegar hasta los 1000 CUCs.

A pesar de eso, en las tiendas donde se venden los componentes para la televisión digital suelen formarse colas cuando hacen su efímera aparición el cable coaxial y los conectores, ya que los revendedores compran y luego se apuestan en las inmediaciones de la propia tienda a proponerlos a 1 CUC con una ganancia de sesenta centavos.

Lo que ofrece

¿Qué podemos ver gracias a la «cajita»? Además de los 4 canales nacionales y el canal provincial y TeleSur, un canal de animados infantiles, uno de música, Cubavisión Internacional y se encuentra en pruebas un canal de alta definición.

Se puede también acceder a emisoras radiales, a noticias, reporte meteorológico, servicios a la población y efemérides de ECURED, la muy sesgada versión criolla de Wikipedia.

Este indudable paso de avance tecnológico no resuelve el problema fundamental de la televisión cubana.

Una televisión con muchos enlatados por los que no se pagan derechos y a los que en postproducción se les tapa el logotipo del canal del que fueron pirateados; pero sobre todo, un empobrecimiento de la producción de dramatizados, y sobre todo, muchos informativos y programas de opinión que paradójicamente no recogen toda la información y todas las opiniones.

Si echa un vistazo a Cubavisión Internacional, que se supone que aúna lo mejor para mostrarlo al mundo, podrá imaginar cómo anda el resto.

La burbuja del Paquete

El cubano, con una filosofía largamente entrenada en aquello de «si no puedes saltarlo, dale la vuelta», que ha vivido sucesivamente la persecución policial de los alquiladores de casetes de video Betamax y luego VHS, de las antenas satelitales, -aun cuando el servicio sea pagado por un primo desde Miami-, con sus redes de distribución cableada a medio barrio –o medio pueblo-, ahora puede disponer de programación alternativa y a la carta con El Paquete Semanal, un terabyte de cuanto se pueda imaginar: Películas, series, programas de participación, de música, de salud, de ejercicios, de cocina, de astrología, Animal Planet, National Geographic, revistas del corazón, consejos para una buena vida, concursos de belleza y de talentos, deportes; cualquier cosa menos pornografía y política.

Los emprendedores privados también aprovechan y cuelan su publicidad underground y puede ser mala pero también la hay excelente.

Mi amiga Daisy es una enfermera jubilada de escasos recursos, no obstante se las arregló para comprar de segunda mano un reproductor de DVD y la vecina contigua, que sí encarga el paquete semanal, gratis le graba a Daisy un «combo» de telenovelas que van desde las brasileñas de O Globo hasta dramas coreanos que alterna con las que pasan por la televisión.

Personas como Daisy no se interesan por los problemas mundiales; como un ruido de fondo escuchó de los atentados de Paris; de los asesinatos de Boko Haram no tiene ni idea, y si sabe de la crisis de los cubanos en Centro América es porque el comentario del barrio es el doctor Roberto que estuvo en el consultorio del barrio hace como seis años, y el pobre, vendió hasta la máquina de coser de su abuelita con tal de reunir el dinero para llegar a Ecuador y míralo ahora varado en Costa Rica.

Esa misma estructura ha crecido y se ha diversificado dando lugar a una verdadera red social donde se intercambia información de cualquier tipo.

No importa que esas redes offline sean tan perseguidas como las antenas; como cabezas de Hidra surgen más de las que cortan; además no hay nada previsto en el Código Penal para esa interconexión, y si no hay lucro, no puede aplicarse siquiera la figura delictiva de enriquecimiento ilícito.

Albertico, adolescente de quince años es Ule en el mundo DotA. Ser un Centinela le interesa mucho más que asistir al tecnológico donde está matriculado para hacerse albañil.

Está convencido de que ser obrero calificado de la construcción no le ofrecerá nunca el reconocimiento de que goza como héroe virtual con habilidades especiales y gran experiencia.

Hastiada de su propia vida, Daisy vive la vida de sus héroes de telenovela.

Las Daisies de este país ni aspiran a comprar un receptor digital ni pueden ni les interesa lidiar con los misterios de una computadora; cuidan mucho su viejo televisor de tubo de rayos catódicos porque saben que luego de ese, no habrá más.

 

Voces desde Cuba: los cambios cosméticos que traen los Papas a Cuba

  • 17 septiembre 2015
  • No olvido la visita de Juan Pablo II a Cuba. Nadie parecía recordar que 30 años atrás se escondieron las imágenes en el clóset y las iglesias quedaron vacías cuando por decreto los cubanos iban a construir una sociedad atea.

    Entre la fervorosa feligresía congregada en la Plaza de la Revolución se escucharon con fuerza clamores de libertad y el recordatorio, más al gobierno que a la Iglesia, de que Cuba nunca había dejado de ser cristiana.

    1998 era un año tremendo. Nos encontrábamos en el fondo de la profunda crisis económica conocida por Período Especial y, como se dice por acá, a muchos cubanos les daba lo mismo un escándalo que un homenaje.

    No importaban aquellos señores que no oraban, ni cantaban, ni aplaudían y mostraban entre sí un aire amenazante y familiar.

    El clamor se escuchó y sentada frente al televisor pude identificarlo. Tampoco olvido de aquel viaje la homilía de monseñor Meurice en la misa de Santiago de Cuba.

    Por primera vez se escuchó en una tribuna pública una crítica frontal y sin afeites al gobierno.

    Ningún cubano ha olvidado la frase de Juan Pablo: «Que Cuba se abra al mundo para que el mundo se abra a Cuba».

    ¿Qué más? Arreglos viales, pintura de fachadas, recuperación luego de más de 30 años del feriado de Navidad.

    Ni escuelas católicas, ni espacios en los medios, ni evangelización más allá del templo. Una cosecha magra en verdad.

    La visita del Papa Ratzinger en 2012 la viví en primera persona, pero la recuerdo desleída.

    De su misa en la Avenida del Puerto me queda el fervor de los fieles al paso de la Virgen de la Caridad y la unción con que oraron. No recuerdo una sola palabra de las homilías.

    Muy hermosos y bien ensayados los coros que acompañaron la liturgia. En esa misa no hubo gritos de libertad y hubiera sido la visita más aburrida de no ser por un combativo camillero de la Cruz Roja que la emprendió a camillazos contra un «salido del plato» en Santiago de Cuba.

    ¿Qué más? Arreglos viales, pintura de fachadas.

    ¡Ah! La detención de un grupo de disidentes y la incomunicación de casi todos al cortarles el servicio telefónico, cortesía de la única empresa de telecomunicaciones, propiedad estatal.

    Ahora en 2015 nos llega el Papa Francisco, precedido en lo personal por el aire de familia de ser latinoamericano, y en lo político, por haber mediado en secreto en el parto de las relaciones con Estado Unidos.

    No sé si alguien aun crea en milagros papales respecto a nosotros. A diferencia de su antecesor, llega en un momento en que Cuba se apresta a un cambio generacional que traerá como cola un cambio sistémico.

    Un proyecto agotado en sí mismo que en el camino agotó también la capacidad de los ciudadanos para imaginar prosperidad al pausado paso de la llamada «actualización del modelo».

    Francisco en su apretada agenda visitará la iglesia jesuita de la calle Reina. Una febril actividad se desarrolla en sus alrededores.

    La piedra de la iglesia se ha blanqueado con chorros de vapor, han pintado la fachada de los edificios entre las calles Belascoaín y Galiano; han pavimentado la calle y ayer miércoles fundían nuevas aceras.

    Como ya se ve, arreglos viales, pintura de fachadas…

    No creo que tan esmerada escenografía confunda al Papa. Nada como vivir una dictadura para reconocerlas. Y este Papa es argentino.

    Las diferencias sociales que genera la doble moneda

    Cuba a veces parece una visión de postal.

    El país de la divisa fuerte o CUC se parece a cualquier zona próspera del América Latina. No así el de la moneda nacional.

    Normal, dirán muchos, pero en Cuba, a diferencia de casi todos esos países en desarrollo, se hizo una Revolución hace más de medio siglo para erradicar entre otros males, las diferencias sociales, sobre todo la pobreza. O al menos, eso se dijo.

    La realidad ha sido diferente.

    Atrás quedaron aquellos monumentales planes para industrializar el país, y además de garantizar la educación y la salud gratuitas, garantizar también una vivienda digna y niveles de vida acordes con el resultado del trabajo, sin olvidar la producción de alimentos, en que seríamos la competencia de Suiza en chocolates, de Francia en quesos y de Holanda en producción de leche, entre otras maravillas.

    Ni siquiera pudo el país sostener su estable producción azucarera en la que sí habíamos sido líderes mundiales, y hoy importamos para el consumo interno desde Brasil.

    Las cooperativas agropecuarias donde los campesinos fueron concentrados tras el triunfo de la Revolución no supieron extraer su fruto a la tierra como los campesinos tradicionales, y hace años Cuba necesita erogar miles de millones en alimentos que ingresan sin susto al país por los enormes agujeros del llamado bloqueo estadounidense.

    Resulta curioso no haber dedicado la mayor prioridad del gobierno a producir alimentos en un país agrícola acostumbrado en las últimas cinco décadas a tener como música de fondo una inminente agresión enemiga.

    La postal no tiene nada que ver con eso.

    Diferencias

    Personas sonrientes ofrecen servicios legales o ilegales que van desde choferes, camareros, recepcionistas y músicos, hasta venta de langostas, tráfico de medicamentos y prostitución. En ambos sentidos, llene usted los espacios en blanco.

    Las tiendas y establecimientos gastronómicos en divisas difieren de sus pares en moneda nacional: limpios, iluminados, eficientes.

    Es fácil distinguir un hospital en divisas de la mayoría de los gratuitos, lamentablemente también por estar limpios, iluminados y ser eficientes. O las escuelas de pago, destinadas al personal diplomático y a los hijos de extranjeros.

    Con la dualidad monetaria que se vive en Cuba, la tenencia de una u otra moneda supone una diferencia significativa en el nivel de vida.

    La Cuba con CUC o Cucba tiene hermosas casas, autos modernos, perros de raza, vacaciones en el extranjero, entrenadores personalizados, alimentación orgánica. Su mayor preocupación es la seguridad, para lo cual elevan muros, instalan alarmas, contratan vigilantes.

    Cupba -con pesos nacionales- viaja en ómnibus repletos, conviven varias generaciones bajo el mismo techo, se viste con ropa de segunda mano, las vacaciones suceden frente al televisor y su mayor preocupación es cómo comprar comida cuando la asignación mensual de la libreta de productos alimenticios se acaba en la primera decena de cada mes.

    En las postales se edita el mal olor, la suciedad y el empobrecimiento que se observa no más abandonar los circuitos del turismo o las áreas residenciales de los pudientes o allegados al poder y de los pudientes allegados al poder, quienes viven de forma sorprendentemente similar.

    El reverso de la postal que se van sin ver los turistas y los entusiastas de las solidaridad.

Qué opinan en Cuba de Radio Martí, la emisora de Miami que Raúl Castro quiere apagar

    • 10 julio 2015
    • El día en que el presidente Raúl Castro anunció que Cuba y Estados Unidos intercambiarán embajadores, aclaró que para la «normalización de las relaciones» faltaban otras cuatro cosas.

      Según Castro, antes es necesaria la compensación de «los daños humanos y económicos provocados por las políticas de EE.UU.» y que se devuelva la base de Guantánamo.

      Además, el mandatario pide que «se eliminen los programas dirigidos a promover la subversión y desestabilización» y que cesen las transmisiones radiales y televisivas hacia Cuba.

      Es decir, que Estados Unidos ponga fin a Radio Martí, uno de los símbolos del exilio opositor que desde Miami transmite radio y televisión hacia Cuba con una línea claramente anticastrista.

      Financiadas por el gobierno de EE.UU., esas transmisiones se escuchan en Cuba de manera clandestinadesde hace 30 años.

      El gobierno cubano bloquea la señal de TV Martí, pero la de radio llega a través de AM y onda corta.

      Y aunque abiertamente nadie reconoce escuchar Radio Martí, muchos lo hacen. Según la emisora de Miami, sus trasmisiones llegan a más dos millones en la isla.

      Otra gran parte de la población la considera una radio «enemiga».

      Voces desde Cuba recogió algunas opiniones de cubanos sobre Radio Martí.

      I

      Si no hubiera sido por Radio Martí, no me entero de que se cayó el Muro de Berlín, pero me enteré enseguida y llamé a todos mis amigos. Esa noticia le dio la vuelta al mundo, pero en Cuba la prensa nacional no le dio la menor importancia.

      Ana, economista

      II

      La mamá de una amiga muy «identificada con el proceso» ella, pero la madre gusanísima (contraria a la Revolución), en los años 80 y principios de los 90 nos ponía al tanto de las noticias que escuchaba en Radio Martí.

      Vivía junto a la radio y muy campante cuando llegaba, lo mismo un encumbrado amigo de la hija, que mi marido y yo, seguía en lo suyo con una frase que terminamos haciendo nuestra: «Aquí, monitoreando la radio enemiga».

      Carmen, jubilada

      III

      ¿Y cómo escuchas Radio Martí? Facilito. Busco Radio Rebelde (una emisora estatal), luego giro el dial hasta que se va la interferencia y ya.

      Rebeca, artesana

      IV

      A la playa siempre llevaba mi radiecito portátil, porque desde Boca Ciega no tenía que esperar a la madrugada para oír «la apostólica». Antes se oía clarito clarito, pero ahora ese chirrido no hay quien lo aguante.

      En casa de la suegra allá en Taguasco se oye sin problemas. Por allá tú caminas y desde cualquier casa sale la musiquita esa de la presentación.

      Donde es un problema es aquí en La Habana porque dicen que han puesto un campo de antenas enorme por allá por El Cotorro, nada más que para que Radio Martí no se oiga.

      Miguel, cuentapropista

      V

      ¿Tele Martí? No, eso nunca se ha visto en Cuba, pero Radio Martí, ese sí había que oírlo para enterarse de una pila de cosas, ya no tanto porque se oye muy mal y bueno, ya uno se entera enseguida de las cosas.

      Jorge, chofer de ómnibus

      VI

      Hoy por hoy la oigo sin interferencias. Debe ser que vivo frente al Malecón y en altos. Hay quien se levanta con Radio Reloj, yo me levanto con Radio Martí.

      Julio, periodista

      VII

      Mi hijo no sabía vivir aquí. Salió del Servicio Militar con la idea fija de irse. A la segunda noche que no vino a dormir supe que se había ido y me puse como loca.

      Mis vecinos Felo y Celina que eran como familia me dijeron que Radio Martí daba los nombres de los que llegaban. Yo ni caso les hice, no tenía cabeza para nada y no tenía radio.

      Imagínese cuando Felo vino por la ventana de la cocina y nada más tuve que mirarlo para saber que Leonardito había llegado, pero fueron cuatro días que no le deseo a nadie.

      Si no hubiera sido por el programa ese de Radio Martí, no estaríamos hablando ahora.

      Adela, ama de casa

      VIII

      Mi hija la escuchaba siempre, y cuando se fue (a Estados Unidos), me quedé de oyente de Radio Martí, era como tener un poco más cerca a mi niña. Tele Martí la vi solo una vez cuando solicité la visa en la Embajada americana.

      Canals, médico

      IX

      No, nunca. Esa emisora es pagada por la mafia de Miami.

      Desconocido, en la guagua

       Por qué Cuba no logró crear el «hombre nuevo» que prometió el Che

      4 junio 2015

      Una de las premisas más atractivas de la revolución cubana de 1959 para un Tercer Mundo ansioso de paradigmas, fue sin dudas la perspectiva de un ser humano generoso, laborioso, culto y educado.

      Ese Hombre Nuevo sería el resultado de escuelas nuevas que como cuna de nueva raza, con la combinación marxista y martiana del estudio y el trabajo, forjarían una personalidad ajena a los lastres de la educación burguesa.

      Elaborado en serie, antepondría los intereses colectivos y tomaría el futuro por asalto para construir la sociedad superior.

      Retórica atractiva y magníficas relaciones públicas internacionales nunca han faltado a este gobierno a lo largo de 56 años, pero ¿y el Hombre Nuevo?

      Muchas refutaciones pueden hacerse a este experimento. La economía llenaría volúmenes, en especial los dedicados a la agricultura con énfasis en el caso de la agroindustria azucarera; pero en lo social, esa educación orientada a barrer el pasado ha dejado cicatrices muy feas y persistentes en la sociedad.

      Con la devaluación de los viejos maestros formados que no se mostraran firmemente comprometidos con el «proceso»; el justo derecho a una educación universal y gratuita requirió de ingentes oleadas de nuevos profesores. Cientos de jóvenes llenos de fervor revolucionario dieron el paso al frente al llamado del magisterio.

      La vocación podía ser vista como rezago pequeño burgués, así, muchos que en circunstancias normales hubiesen optado por otra disciplina, se vieron frente a un alumnado apenas unos años menor que ellos mismos y muchos lo hicieron bien. Porque en tiempos difíciles cada cual tiene su prueba definitiva.

      La fila de los buenos maestros comenzó a clarear. Demasiadas exigencias y poco reconocimiento, comenzando por el salario. Un éxodo hacia otros horizontes obligó a la formación de nuevos maestros, cada vez más jóvenes, cada vez más improvisados.

      Como si fuera poco, el Comandante en Jefe, que decidía lo mismo la distribución de la cerveza o la introducción del pastoreo intensivo, decidió reclutar maestros entre los recién egresados del preuniversitario, sobre todo para el déficit de maestros de la capital.

      Una marea de jóvenes de otras provincias cuyos mediocres índices académicos les vedaron el acceso a una carrera universitaria, respondió al atractivo de vivir en La Habana, ganar un magnífico sueldo y evitar el Servicio Militar.

      El Comandante decidió además que esos maestros impartirían todas las asignaturas. Los lectores que tengan una marcada inclinación hacia las ciencias o hacia las letras, podrán imaginar cómo serían las clases de las asignaturas no preferidas; y todos podrán imaginar cómo serían las clases en general, con sus dignas excepciones.

      Pueden rastrear las cifras de los exámenes de ingreso a la Universidad, existe en internet una recopilación de disparates escogidos; poseemos un preocupante número de profesionales universitarios con errores ortográficos, y ojalá la ignorancia de un médico o de un ingeniero solo tenga que ver con asuntos de ortografía. Muchos de estos profesionales balbucean ininteligiblemente por su mala dicción o leen haciendo pausas y equivocándose, pues ni leer de corrido logran.

      Esta situación es el resultado de maestros apresurados y padres también formados por maestros apresurados. Ni en la escuela ni en la casa los patrones ayudan.

      Pero, ¿y el Hombre Nuevo? Nunca llegó a cuajar en ninguna Secundaria o Preuniversitario en el campo, donde la convivencia tuvo más que ver con el matonismo carcelario que con el altruismo comunista.

      Los hijos de aquellos egresados del experimento estudio-trabajo que se quedaron en Cuba, aprendieron a diferenciar el discurso público y la opinión privada, a decir que sí pensando en otra cosa…

      A nuestro Hombre Nuevo el concepto de libertad no le dice gran cosa, pero sus ojos se animan cuando le hablan del último Áifon, se anota subrepticiamente en la lotería de visas con la esperanza de ganar y ha adoptado como filosofía de vida la divisa de una cadena de tiendas en divisas: lo mío primero.

  • Los cubanos que por primera vez votaron por un disidente

    • 23 abril 2015
      Aproximadamente, 400 habaneros alejados del activismo político, votaron el pasado fin de semana en las elecciones municipales del Poder Popular (locales) por dos candidatos públicamente conocidos como disidentes.

      Esos votos corresponden a dos áreas o circunscripciones, una del municipio Plaza y otra del municipio Arroyo Naranjo donde se presentaron estas candidaturas.

      Fueron votados a pesar de que en la nota biográfica de ambos versaba el aviso de que se trataba de «elementos contrarrevolucionarios».

      Y aunque ninguno de los dos ganó, ambos fenómenos, -la nominación y la votación- son inéditos y deberían servirle al gobierno como termómetro y para darse cuenta de que las guerrillas ideológicas, no son fiables.

      A lo largo de los años he acumulado una colección de razones por las que diferentes personas justifican una asistencia a las urnas puramente formal, a pesar de que en Cuba votar es un derecho y no de una obligación: mi trabajo, el niño que quiere entrar en la Escuela Vocacional Lenin, el trabajo de mi marido en una firma extranjera, mi marido que está preso y no votar puede comprometerlo más, me voy del país, pero voto para no tener líos a la hora de salir…

      Todas son razones válidas para las personas que las esgrimen, y todas pueden resumirse con dos palabras: miedo y desidia.

      Miedo a que si la boleta está marcada, que si las huellas digitales, que si hay cámaras. Esos son los miedos más populares que engloba el gran miedo a señalarse.

      Y la desidia, ese cáncer nacional y no tan silencioso de ¡Total, para qué si no voy a resolver nada y puedo buscarme un problema!

      En todo caso, este fenómeno del domingo contradice a la «suciedad civil» que en la Cumbre de las Américas de Panamá proclamó con lenguaje absoluto y obsoleto que no reconoce a esa otra parte de la sociedad civil, la abiertamente opositora.

      ¿Cuál argumento puede esgrimirse para conversar con nuestro enemigo histórico en este giro de las relaciones Cuba-Estados Unidos, y no hacerlo con paisanos pacíficos?

      No solo «asalariados y terroristas», como se cataloga en la información oficial a los que disienten, desean un cambio en Cuba.

      Esa población exhausta, sea el número que sea, merece respeto, como dice la también muy respetable teórica comunista Rosa Luxemburgo:

      «La libertad, sólo para los miembros de gobierno, sólo para los miembros del Partido, aunque muy abundante, no es libertad del todo. La libertad es siempre la libertad de los disidentes. La esencia de la libertad política depende no de los fanáticos de la justicia, sino de los efectos vigorizantes y benéficos de los disidentes. Si ‘libertad’ se convierte en ‘privilegio’, la esencia de la libertad política se habrá roto».

      Salario y moneda, ¿quién le pone el cascabel al gato?

      26 marzo 2015

      Las encuestas más serias, los estados de opinión o conversar durante más de veinte minutos esperando en una cola, ponen de manifiesto un denominador común: la preocupación por el dinero.

      En cualquier parte del mundo existe esa preocupación; desde cuánto es necesario para unas vacaciones en el extranjero, hasta aspiraciones más cotidianas como reparar un mueble.

      La diferencia entre la situación cubana y otras experiencias es que en cualquier país donde uno o varios miembros de la familia posean un trabajo estable, aun cuando sea modesto, comprar comida no será el problema.

      Es paradójico: un país donde se dijo que la revolución se hacía por y para los humildes y mucho se habló de la alianza obrero-campesina, pero resulta que el salario de los obreros no cubre las necesidades alimentarias de su familia.

      Los campesinos tienen mejores opciones, obteniendo ganancias más amplias sobre todo desde que el gobierno constató la ineficiencia de sus empresas agropecuarias para garantizar los alimentos básicos.

      Solo quien no conozca nuestra realidad por dentro podría hablar de la educación y la salud como gratuitos.

      Y ahora que el Estado-Papá se encuentra en vías de extinción, en los hospitales y policlínicos pueden leerse carteles con el valor de los procedimientos médicos y quirúrgicos que nos recuerdan que la medicina es gratis, pero cuesta. Sin embargo, olvidan poner que la pagamos entre todos, sobre todo sale del salario que se deja de pagar, porque el gobierno no ignora la asimetría entre salario y gasto.

      Las subvenciones de la canasta básica distribuida por la libreta de racionamiento, el estado las compensa con el brusco cambio de precio de dichos artículos en el mercado libre. Una libra de arroz normado cuesta 55 centavos como promedio, mientras que ese mismo arroz –imprescindible para llegar a fin de mes— cuesta 5.00.

      El segundo tema que impacta sobre la economía y sobre la sociedad cubana es la dualidad monetaria, tasa fijada desde hace tiempo más o menos en 25 pesos cubanos (CUP) por un peso convertible (CUC).

      Casi veintidós años de la adopción de esa dualidad han arruinado el bolsillo del ciudadano, pero sobre todo han arruinado su moral, pues la ristra de actuaciones al borde de la ley a que se ha visto abocado para vivir, desdibuja los límites de lo que se debe y no se debe hacer.

      Las empresas también sufren un quebradero de cabeza con la doble contabilidad, pues las compras o servicios se encuentran indistintamente en CUP o en CUC.

      Muchos artículos de primera necesidad que solo se encuentran en las tiendas recaudadoras de divisas mantienen un precio exorbitante, eso se nota con más nitidez hace unos meses, que como parte del proceso de unificación monetaria que se proyecta, los artículos presentan el precio en moneda nacional y en divisas.

      Ha sido un impacto sicológico muy fuerte ver un desodorante corriente en veinte pesos o un litro de aceite de girasol en sesenta. Eso, para no hablar de lo miles que cuesta un televisor de tecnología obsoleta.

      Una amiga dice que uno aquí se enferma en moneda nacional pero tiene que curarse en divisas.

      Necesitada de una medicina contra la diarrea que no encontró en las farmacias en CUP, tuvo que recurrir a comprar un similar en la Farmacia Internacional. Un frasco de Pepto Bismol de 8 onzas que le costó 8.95 CUC.

      Con la economía necesitada de renovación para romper encantamiento, perdón, el estancamiento, suenan los cascabeles del salario y la doble moneda como una necesidad impostergable. Ponerlos en el cuello del gato es cosa bien diferente por el coste social que significa.

¿Cómo el gobierno podría clasificar a las ONG en Cuba?

27 febrero 2015

Tras una larga temporada de vivir como dentro de ese viscoso, pero sobre todo exótico producto que es la leche condensada, la sociedad cubana ha parecido animarse luego del anuncio del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.

Un término tan inusual como sociedad civil ha venido a adornar el paisaje. Para los que en todos estos años hemos aprendido mucha Granmática, –quiere decir, aprender a leer entre líneas la información que el periódico oficial del partido omite o sesga– el uso del término me hizo suspicaz, me puso en guardia.

Si hasta hace muy poco tiempo sociedad civil, junto con derechos humanos y organizaciones no gubernamentales cubanas eran conceptos que no existían, ¿ahora son neologismos?

No sé, pero me dio por pensar que debe tener alguna relación con que se acerca la Cumbre de las Américas y una representación de la sociedad civil de los países invitados hará presencia en paralelo con la reunión de los mandatarios.

Aprovechando el probable neologismo ya señalado y el consiguiente desconocimiento sobre el término, se pretenderá clasificar a las organizaciones de la sociedad civil, digamos, en A o D, donde A son las que el gobierno aprueba y D las que el gobierno desconoce.

La sociedad civil A está constituida por diferentes asociaciones de discapacitados (ANCI, Ansoc, Aclifim), por los agricultores pequeños (ANAP) y por otro grupo de organizaciones no gubernamentales como el Consejo de Iglesias o la Asociación Espeleológica y Asociación de Historiadores. La Unión de Periodistas de Cuba, o la Unión de Juristas, también aparecen dentro de esta categoría.

Para la Organización de Naciones Unidas, una ONG es cualquier grupo no lucrativo de ciudadanos voluntarios con un interés común, organizados a nivel local, nacional o internacional con tareas de servicios y/o funciones humanitarias, que llevan los problemas de los ciudadanos a los gobiernos, supervisan las políticas y alientan la participación de la comunidad.

Según la definición de la enciclopedia colaborativa cubana Ecured, se refiere a entidades del tercer sector, es decir, son de sociedad civil y de carácter privado, cuya función es desarrollar el trabajo sin fines de lucro.

A pesar de las anteriores definiciones, llama la atención al revisar la mayoría de las páginas de dichas organizaciones cubanas en Wikipedia, cómo se repite el nombre de Fidel Castro, ya sea como fundador, presidente vitalicio, miembro de honor o premio nacional del ramo.

Eso, unido a la asignación de inmuebles, vehículos y otras subvenciones estatales, deja claro el financiamiento y el nivel de compromiso de estas instituciones, solo formalmente independientes del gobierno, y por esa misma causa, incapaces de articular un discurso crítico, mucho menos contestatario, entre otras cosas, porque muchas de esas instituciones existen para dar visos de legitimidad a la cuestionable democracia cubana.

No es de extrañar que la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) con un presidente diputado y miembro del Comité Central del Partido y el Centro de Estudios sobre Sexualidad (Cenesex) con su directora de apellidos ilustres y también diputada, estén en este grupo. De ser así son seguros finalistas para la representación de la sociedad civil oficial en el cónclave de Panamá.

La sociedad civil D no toma en cuenta la falta de reconocimiento estatal y también prepara su agenda con vistas a la Cumbre de abril.

Damas de Blanco, Observatorio Crítico, Sindicatos independientes, Asociación Jurídica Cubana, el Comité por la Integración Racial, la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional o la Red de Bibliotecas Independientes son algunas de las organizaciones no gubernamentales, tan genuinamente no gubernamentales, que el gobierno dedica una parte de sus recursos a vigilarlas y denostarlas, pero cuya ausencia en Panamá solo apuntaría a una maniobra por acallarlas.

Esa parte de la sociedad cubana hasta hace un tiempo casi desconocida al interior del país, pero cada vez más visible por la forma en que se distribuye la información alternativa, y muy familiar para los que se acercan al tema de Cuba desde otros países, será escuchada en Panamá.

Incluso puede que con esos giros irónicos que dan los acontecimientos, en Panamá los que tanto se han esforzado en desconocerla y despreciarla se vean obligados a prestar oído a sus reclamos.

Los cubanos libres y la doble moral

  • 25 diciembre 2014

    Se han fijado ustedes que en la disidencia cubana no hay buenas personas?

    O son mercenarios, o desean la anexión a Estados Unidos, o son delincuentes comunes, o no quieren a su familia; un bando de anormales que sale a la calle a recibir insultos, golpizas y detenciones por dinero.

    Si solo te informas a través de los medios oficiales cubanos, esa es tu percepción de la disidencia interna, de la que solo se habla para decir insultos.

    Como tengo algún acceso a información más allá de la que ofrecen el periódico Granma o la Mesa Redonda en televisión, puedo ver que la disidencia es como cualquier conglomerado humano donde los hay mejores y peores, para nada diferentes de los demás.

    Me atrevería incluso a compartir una opinión basada en haber conocido personalmente a muchos opositores, y es que viven mucho más libres, opinan sin miedo y tratan de ser transparentes al saberse bajo una lupa.

    En contraste, los hastiados ciudadanos que dicen apoyar al gobierno viven temerosos de perder el trabajo en una institución estatal, o la licencia de trabajo por cuenta propia, o hasta la entrada a la universidad (no olvidar la frase que, como son las cosas en Cuba, puede convertirse en ley: «la Universidad es para los revolucionarios») si dicen algo crítico.

    Son los costos de una educación y una salud maltrechas pero gratuitas, y de medio siglo de propaganda donde, como todo se recibe «gracias a la Revolución», en nombre de esa entelequia también puede perderse.

    Los casos de corrupción más sonados no se producen en las filas opositoras; es dentro de las instituciones estatales y en las corporaciones y empresas extranjeras, en las que el personal es seleccionado luego de una minuciosa criba político-ideológica incluida la firma de un compromiso ético que luego resulta papel mojado.

    La diferencia radica en que esa información emerge fragmentada por canales de comunicación alternativos, mientras que la concerniente a la disidencia se publica o se le «informa» a los militantes en reuniones llamadas «superaciones» para reforzar la imagen de que no son más que gente innoble con oscuros propósitos y así el ciudadano, lejos ya de la combatividad de otros años, al menos mantiene una prudente distancia.

    Los que abandonan eventos, giras y misiones son los médicos, científicos, artistas, diplomáticos y deportistas que hasta el día anterior hacían profesiones de fe proclamándose fieles de Fidel y Raúl y dedicándole premios, medallas y publicaciones.

    El gobierno parece estar satisfecho con la doble moral imperante, prefiere que circulen los alimentos en la bolsa negra que luego compran los propios militantes del Partido (ya saben que es uno solo); no importa si desviados de los insumos de un hospital o un jardín de infancia, mientras el ciudadano no se ponga a protestar por los precios, o por el salario insuficiente, y en suprema herejía decida organizarse para dar cuerpo a sus demandas.

    Quiere actos políticos llenos, no importa si para llenarlos hay que citar personalmente y pasar lista, antes que un atravesado «ponga mala» una reunión del Poder Popular preguntando por qué solo una parte de la Declaración Universal de Derechos Humanos se cumple y la otra parte se considera subversiva.

    Cualquier observador de estos temas se da cuenta de la volatilidad del pacto social.

    A la sociedad cubana le sucede como al envejecido fondo habitacional de La Habana.

    Siguiendo la lógica de su precariedad, esas construcciones deberían desplomarse; sin embargo siguen en pie peligrosamente habitadas.

    Eso que llamamos estática milagrosa.

    PD: Espero con curiosidad si a la luz de los nuevos acontecimientos la disidencia pase a ser lo que es en todas partes del mundo: oposición.

La angustia de saber hacia dónde van los cubanos

22 enero 2015

Desde el diecisiete de diciembre, en que se anunciara el deshielo entre Cuba y los Estados Unidos, he tenido sueños recurrentes. Varios sueños.

En uno de ellos, se cumplen los vaticinios de algunos amigos, pues ha habido un cambio de gobierno hacia un castrismo reciclado sin democracia.

Me despierto sudorosa en medio de la madrugada fresca y ya no vuelvo a dormir.

Otro de mis sueños recurrentes es en la Plaza de la Revolución.

Como una película muda, miles de personas caminan por la Plaza, pero no hacia la Plaza.

Yo también camino sin saber a dónde voy, las caras son de derrota.

Nadie mira al cielo, que parece del amanecer, donde varios helicópteros desembarcan militares de camuflaje en medio de una absoluta indiferencia.

Me despierto sudorosa en medio de la madrugada fresca y ya no vuelvo a dormir.

También sueño con una ciudad saqueada, a la que me atrevo a salir a buscar comida y una pandilla de jovencitos me acorrala con armas de combate.

Me despierto justo antes de ser baleada, sudorosa en medio de la madrugada fresca y ya no vuelvo a dormir.

No creo en premoniciones, pero hasta durmiendo, aparece la angustia subliminal que me produce el futuro de mi país.

Un futuro tanto más críptico porque nuestros gobernantes mantienen un discurso y la vida se tuerce hacia otro lado, porque los jóvenes están más interesados en el último modelo de iPhone que en sentirse motor y no polea; los intelectuales optaron por poner a dormir su conciencia crítica, y la sociedad en su conjunto no sabe comportarse como ciudadana.

Los «vicios de la práctica política» del socialismo cubano

  • 31 octubre 2014

Mi reciente lectura en la revista cubana Temas de Hacer política socialista, me ha motivado a abundar en algunas ideas apenas esbozadas en el texto.

En general, las opiniones recogidas parten de una premisa válida para quienes aceptan el unipartidismo o están dispuestos a ignorar cualquier tendencia que no sea socialista. Pero también, en general, parten de una premisa falsa, y es creer que en la sociedad, la política es monolítica y no vale la pena interactuar, discutir, polemizar con otras tendencias.

En esta isla el término «oposición leal» tiene espinas. No gusta en el gobierno por aquello de oposición, y no gusta en la disidencia por lo de leal. En Cuba es tan difícil expresar ideas opuestas al gobierno sin que caiga la etiqueta de asalariados o mercenarios (del gobierno de Estados Unidos), que se inventó el término de «oposición leal» para tratar de poner el pie en esa puerta apenas entreabierta que ha dejado la llamada «actualización del modelo socialista» y que puede cerrarse de nuevo. Además, el concepto es confuso para el no avisado: ¿leales a la patria?, ¿al socialismo?, ¿al gobierno?, ¿a una persona?, ¿a una idea propia de cómo debe ser la política?

El análisis de la participación de los ciudadanos en las decisiones, se resuelve a base de tópicos: el Poder Popular (sistema de gobierno) es un mecanismo profundamente democrático y a través de él fluyen las opiniones y críticas y se toman luego las decisiones. No. Ese mecanismo podrá ser muy atractivo en la teoría, pero en la práctica está tan anquilosado como cualquiera de las estructuras mediante las cuales supuestamente se ejerce la democracia cubana. Además sufre los mismos vicios de la práctica política.

Los delegados y diputados son votados por los electores mediante un mecanismo tendencioso que no es mi interés tratar en este momento; y ese mecanismo no se activa de igual forma para las revocaciones. Deben ser puntuales los casos (si existieran) de delegados o diputados revocados espontáneamente por sus electores. La decisión siempre viene «de arriba». La experiencia real de los delegados del Poder Popular es que no solo los funcionarios de los organismos a los que piden explicaciones muchas veces los ignoran, sino que sus propias instancias superiores los desconocen, socavando su autoridad y minando su entusiasmo. Delegado de circunscripción (representante local) es un puesto que nadie quiere; casi 40 años de práctica hablan de una población que no se siente representada pues arrastra demandas e insatisfacciones de mandato en mandato.

La dosis de suspicacia que despierta cualquier organización al margen del estado, hace imposible la organización espontánea de la sociedad. Expresar opiniones y participar en la formación de opinión comunitaria es un coto de aquellos con intachable filiación progubernamental, siempre previa cita tomada de algún discurso y dejando claro que no hay nada sospechoso en su propuesta. Dirigir, sobre todo dirigir de los puestos intermedios hacia la base, no ha sido más que transmitir orientaciones.

Los académicos «leales» reconocen la deficiencia del método y añaden peros (embargo o bloqueo de EEUU.UU., amenaza imperialista, guerra mediática y/o económica…) para justificar la pervivencia de un mecanismo de polea, siempre hacia abajo.

No sé si todavía hay quien vea democracia en las asambleas y reuniones en que se leen los documentos y se vota a mano alzada. La desidia con que son acogidas estas citas, en que los mermados asistentes están más pendientes del horario del béisbol y de la telenovela, no pueden arrojar discusiones satisfactorias si acaso arrojaran alguna discusión. El anteproyecto de Código del Trabajo es una excepción lógica: se trataba de los ingresos y las modificaciones laborales, los temas que más interesan y golpean al trabajador y a la sociedad, donde el salario medio no satisface las necesidades. El ciudadano para ejercer su cuota de soberanía debe gozar de acceso a la educación, la cultura, la religión; pero también debe gozar de acceso a la información.

El acceso a la información no empodera en sí misma, pero las perspectivas que abre son un horizonte desconocido para el cubano de a pie; acostumbrado a leer solo periódicos oficiales y desde hace poco, asomarse a la ventana algo más grande que supone Telesur.

Se hace necesario que la población refrende de manera explícita su preferencia política y defina con la más profunda participación posible qué sociedad desea construir. El instinto de muchos los llevará a querer conservar lo que hay frente a la incertidumbre de lo que podría ser; la práctica de años de simulación automatizará a muchos ciudadanos, pero en este momento nadie tiene la menor idea de en qué proporción el cubano continúa apostando por el proyecto del gobierno más allá de la máscara. Yo, que camino por la calle, que padezco el transporte urbano y hago colas, creo que no me sorprenderían los resultados de ese hipotético sinceramiento.

La democracia socialista busca poner al Estado bajo el control de la sociedad, y en Cuba tenemos una sociedad bajo control de Estado. En Cuba el socialismo ha tratado de imponerse por decreto, y por mucho que se quiera teorizar, el socialismo real fracasó.  Albergo la opinión de que la civilización llegará a él espontáneamente; tomo de Marx el concepto de que para dar sitio a una nueva fase, debe producirse el agotamiento de la anterior.

El fin del capitalismo ahogado en su crisis general, tantas veces anunciado, se parece a esos seriales exitosos cuando anuncian una nueva temporada y el público había creído que la temporada anterior era la última.

 

Mala hierba, la crisis de valores en Cuba,

31 de octubre 2014

Hace ya un tiempo, asistí a uno de los pocos sitios de debate que tiene este país.

«Último jueves», el espacio que organiza la revista Temas, proponía la discusión ¿Valores en crisis? Todos allí parecían coincidir en que, independiente de que en muchas sociedades se habla de crisis de valores, la nuestra atraviesa una profunda crisis moral.

Para los que solo tengan una mirada superficial, y sobre todo, para aquellos que solo se informan con los medios de difusión cubanos -todos estatales-, podrían no estar de acuerdo con aquella opinión general que flotaba en la reunión de «Último jueves».

En un programa de televisión la semana pasada, un grupo de especialistas retomaba la crisis de los valores; analizaba distintas causas y apuntaba sobre todo a los padres, a la familia, como los máximos responsables de inculcar valores.

Es cierto que a la familia corresponde la tarea fundamental. Pero, ¿qué pasa en la escuela, en el transporte público, en los comercios?, ¿qué pasa cuando esos valores recibidos en el hogar tropiezan con la realidad?

Quien no quiera ver, que haga como el avestruz, pero la percepción de que esta sociedad se vuelve (¿se ha vuelto ya?) egoísta y mezquina es una desagradable sensación que me abofetea todos los días. Eso y la doble moral con que vive la sociedad.

Nada como un ómnibus de transporte público para ver la falta de solidaridad y de educación.

Es difícil encontrar a un chofer amable, pero esos son los que menos me preocupan, pues lidiar con público crispado en un ómnibus repleto cada jornada laboral, debe proveerlos de una coraza. Pero los pasajeros que se apretujan y logran subir y acomodarse, se olvidan de los que esperan en la parada.

Frases despectivas conminan al chofer a no detenerse, personas con discapacidad, ancianos o embarazadas pasan trabajo para obtener un asiento, hay que reclamarlos a viva voz y cuesta trabajo lograrlo.

Las personas reaccionan con violencia ante un empujón o un pisotón; ayer, en un ómnibus repleto, todas las ventanillas cerradas por la lluvia y en aquel ambiente asfixiante, un jovencito sentado se negaba a abrir siquiera un mínimo de la ventanilla porque se le mojaba el peinado.

En ese mismo ómnibus de la lluvia, por cortesía del chofer, podía escucharse un reguetón, pero en la mitad de la guagua, un joven llevaba otro, y en esta competencia de DJs, en esta combinación de calor y decibeles, es cuando se pone a prueba la buena (o mala) educación de los pasajeros.

¿Cuáles valores le transmitirán las jóvenes generaciones a sus hijos? Esos que vivieron en albergues en el campo durante la adolescencia y los que fueron educados por «maestros emergentes».

Ellos, que aprendieron de primera mano que el dinero compra favores, calificaciones y hasta títulos, que robar en Cuba puede sustituirse por resolver o luchar si se le roba al Estado, si prostituirse puede tener un apelativo tan simpático como jinetear; que lo que importa es la lealtad política de viva voz, y algo que no determina, pero influye: ellos, que obtuvieron su título con una pésima docencia y unas calificaciones benévolas en consonancia con la calidad de la enseñanza recibida.

El llamado Período Especial entronizó una moral de supervivencia que no ha desaparecido, porque ya sin la agudeza de la crisis que caracterizó a la sociedad cubana de fines de siglo, las dificultades no han desaparecido, y el salario, no importa cuál sea, es insuficiente para cubrir las necesidades de una familia.

Dejo a la imaginación los lectores las variadas formas en que cada cual aumenta sus ingresos.

Para los nostálgicos del espejismo de Cuba, sepan que la sociedad se ha hecho clasista y las diferencias son cada vez más profundas.

Ese proyecto de hombre nuevo ha puesto de moda las cercas, los muros, las rejas, las alarmas, los perros de presa para protegerse del otro hombre nuevo que lo acecha.

No soy nostálgica del pasado, más bien del porvenir, pero no puedo dejar de recordar a mi primo el arquitecto Mario Coyula cuando definía que los valores denominados «burgueses» fueron defoliados luego de 1959, y en ese terreno yermo, a falta de una siembra, lo que prosperó fue la mala hierba.

Cómo NO se puede vivir con 20 cuc, 4 septiembre 2014

Mi colega Yuris Nórido publicó un texto en este blog en el cual explica cómo en Cuba se puede vivir por la módica suma de 20 CUC al mes, suma que representa el salario medio, no el mínimo. (Vienen siendo 240 pesos cubanos o US$18, porque el dólar cotiza por debajo del CUC o peso convertible).

En Cuba nadie se muere de hambre, pero el peso y la talla de los nacidos durante la crisis económica conocida como Período Especial disminuyó por las carencias nutricionales durante el embarazo y luego en el desarrollo. Eso, casi medio siglo después de proclamarse que «nadaríamos en la abundancia», que superaríamos a Holanda en la producción de lácteos y a Suiza en la de chocolates, que tendríamos tantas vacas que haríamos jamón de res.

Es muy importante para los más jóvenes y para los de mala memoria recordar qué se prometió, qué se podía hacer y qué se obtuvo. Los viejos ejemplares del periódico Granma están lleno de planes y victorias imposibles de rastrear hoy en el mundo físico; tampoco podrá rastrearse una explicación del por qué de esos fracasos, ni el emplazamiento público de ningún funcionario por su mala gestión. No existen disculpas por las cifras del entusiasmo y la ignorancia.

En esta nueva forma de capitalismo que nadie se atreve a llamar por su nombre, el mercado de alimentos bajo la ley de oferta y demanda al que toda familia normal se ve obligada a acudir a mediados de mes, tiene unos precios escalofriantes.

Olvídense de las frutas y ensaladas: arroz, frijoles y alguna vianda (papa, yuca o plátano) dejan el bolsillo exhausto, y no precisamente un bolsillo tan escueto como el de 20 CUC al mes. Algo de esos 20 CUC debe dejarlos para comprar un litro de aceite vegetal y en este trópico donde el aseo es tan importante, champú y desodorante, que si se es ahorrativo puede ser en meses alternos.

La educación y la salud son gratuitas y como derechos humanos, incuestionables. Una tomografía axial computarizada no cuesta, pero hay que esperar meses para hacérsela cuando es un método de diagnóstico; un cubano puede someterse a una operación de vesícula por mínimo acceso, pero pierde la dentadura tras sucesivos contratiempos de no hay: aerotor, agua, amalgama, autoclave…

Eso, sin mencionar que los que tienen cierta holgura económica «hacen regalos» para obtener desde adelanto de turnos, reactivos de laboratorio, placas de rayos X hasta ambulancia, dilatando así el momento en que el ciudadano de los 20 CUC accede a la atención médica más allá del consultorio de barrio.

En una sociedad envejecida como la nuestra, la atención médica es gratuita, pero los medicamentos no. Mi marido y yo gastamos mensualmente en las medicinas dispensadas «por tarjetón» (variante de la libreta de abastecimiento para la farmacia) entre 112 y 120 pesos pesos cubanos (unos 6 de esos US$20).

Con la educación ocurre otro tanto. El inicio del curso escolar implica para cualquier familia un desembolso considerable. Cuando mi hijo comenzó en la escuela primaria ya se recaudaba dinero para compra de ventiladores, para pintar y reparar el aula, para útiles de limpieza para los baños porque parece que el presupuesto del Ministerio de Educación no contempla esos enseres que los padres aportan. No me detendré demasiado en el tema escolar porque queda claro que quien cree vivir con 20 CUC al mes, no tiene hijos.

Escuché al ministro de Economía hablar del subsidio de la electricidad doméstica. Y hay omisiones dolorosas o no terminó la oración. La tarifa eléctrica en Cuba es creciente, se subsidian los primeros 100 kw a 9 centavos, los 50 kw siguientes son a 30 cts, y ya entre 300 y 350 kw la tarifa es de 1 peso 50 cts.

Pagar 12 pesos cubanos mensuales equivale a gastar 125kw. El consumo de una olla arrocera de las vendidas cuando la llamada revolución energética es 500 w/hora, una computadora pequeña 65 w/hora, el refrigerador y el televisor están sobre los 80 w/hora. Un apartamento tiene mínimo 3 o 4 luces de 20 w cada una para una agradable penumbra: no sé, pero para pagar 12 pesos de electricidad Nórido debe estar muy poco tiempo en su apartamento.

Los cubanos pagan por la propiedad de su vivienda un precio módico descontado del salario hasta completar el total. Eso está muy bien. ¿Pero, qué pasa cuando en el inmueble nuevo de pésima calidad o en el envejecido con más de medio siglo sin mantenimiento se rompe algo?

La bolsa de cemento se llevará la cuarta parte de los 20 CUC, una vulgar llave de agua lo mismo, cambiar un inodoro evaporará íntegramente el dinero del mes y considérese muy afortunado si la rotura no es de carpintería porque varias veces US$20 no serán suficientes para reparar una puerta o cambiar una ventana.

Como todo es relativo, hay quien considera un logro que un jubilado, luego de toda una vida de trabajo, tenga que buscarse un empleo de parqueador, vendiendo dulces o arreglando zapatos.

Es un tema que me duele de cerca con un hermano con dos doctorados que no tendrá que volver a cocinar en un chiringuito cerca de su casa y se reincorporará a la docencia gracias a una nueva disposición por la que cobrará además de la jubilación, el salario de profesor con sus grados científicos. El televisor continuará roto, la ropa de cama deberá aguantar y la cocina seguirá esperando por una nueva meseta; un fin de semana en la playa o llevar a su nieto a un restauran tampoco entran en el nuevo presupuesto.

Hay quien no tiene quién le ayude con remesas mandadas por la familia que emigró, las verdaderas heroínas de la supervivencia nacional, pero quien no las recibe, se beneficia de ellas a través de la recirculación y este detalle que no se menciona cuando se cree vivir con US$20 al mes es la causa de que no haya un estallido de cazuelas en cualquier barriada modesta de nuestro país. Bueno, eso y el mercado negro y la corrupción con los que convivimos, ya sin capacidad de asombro.

Los avispados afirman que con los gravámenes impositivos y los salarios simbólicos se amortizan los subsidios.

Vivir con US$20 al mes es posible en Cuba. Pero vivir es algo más que alimentarse, implica el disfrute de mínimos placeres. Sobrevivir se puede hasta bajo un puente. Los años cruciales quedaron atrás y muchos ciudadanos como que necesitan certezas, las han encontrado fuera del control estatal o fuera del país.

Confusiones y certeza, 14 de agosto 2014

Los analistas, los cubanólogos, y todo aquel interesado en el tema cubano debe desconcertarse a cada paso; y a cada paso necesita reacomodar los conceptos.

Los que piensan que en Cuba se vive un proceso socialista, no entienden como después de haber aplaudido unánimemente en congresos y asambleas por la economía planificada -ajena a las crisis cíclicas que el capitalismo padece como parte de esa crisis general y metastásica que lo conduce al basurero de la historia y que mis convincentes profesores de economía política pintaron con los más crudos tintes- ahora resulta que la palabra crisis asoma su oreja peluda en cada comentario sobre el tema nacional, y los que están atentos, saben que la palabra es solo la representación de la crisis en persona.

La confusión aumenta si se tiene buena memoria y se recuerda cuando se decía que íbamos a tener la sociedad más justa del mundo, y resulta que las diferencias sociales son tan dispares como pueden serlo en cualquier país del tercer mundo.

Se habla de trabajo por cuenta propia -adecuación semántica para soslayar el término trabajo privado- más aún, se habla de inversiones foráneas.

Cualquier extranjero en plan de conocer el país más allá de las calles restauradas en el casco histórico o del tour solidario del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, tropieza con un pueblo risueño pero aletargado, amable pero pícaro y dispuesto al timo.

Aquel que sería «el hombre nuevo del siglo XXI» del que tanto hablara Ernesto Che Guevara hay que buscarlo en los posters y en las hemerotecas, porque, con fino olfato, esa nata joven que se viste con mal gusto y habla peor, le ofrecerá al visitante desde langosta hasta pornografía.

Hasta para mis paisanos es confuso, porque como han desprohibido cosas que no eran más que derechos conculcados, hay hasta quien cree que son Los Cambios; se sienten satisfechos con un teléfono celular y con abrir en el portal de la casa un mostradorcito para vender café mezclado y refresco instantáneo.

Animo a los nostálgicos de la revolución mundial a que apuren su viaje si desean visitar un país sin otra publicidad que la política, sin otro periódico que el del Partido, sin otro partido que el único.

Conversar por la calle con cualquier desconocido dispuesto a decir lo que piensa (hoy en día no es nada difícil), lleva a concluir que los cubanos «se huelen» que estamos en la recta final del período abierto en la historia cubana en 1959 tal como lo conocemos.

Las recientes visitas de políticos importantes, las siglas ZEDM que con tanta frecuencia se pueden ver en la prensa y el noticiero, el llamado al cambio de mentalidad son el preámbulo de que el gobierno cubano (al que me niego a llamar socialista), es como una virgen de las de antes que en ciertos escarceos furtivos y fogosos le hacía prometer al novio que «no se propasara».

Pensando en esto de la inversión extranjera y del camino que lleva a un capitalismo tercermundista y antidemocrático, recuerdo la interminable lista de esas promesas que terminaron en boda rápida.

!Qué clase de calor!, 17 de julio 2014

Cuba es un eterno verano. Eso, que suena tan bien en los anuncios publicitarios, que anima a un canadiense a sacar boleto de ganga para alguna maravillosa playa de las muchas que tenemos, es nuestro estado natural e inevitable nueve de los doce meses del año.

Esa combinación de temperatura y humedad nos mantiene amelcochados, nos hace desear varias duchas, y convierte a los cubanos, pero sobre todo a las cubanas, en seres con cuatro infaltables apéndices: sombrilla o sobrero (opcional), abanico, toalla y botella de agua.

Entre la tala indiscriminada de la Empresa Eléctrica previa a la temporada ciclónica, los árboles arrancados por sucesivas tormentas durante la temporada ciclónica, y los árboles que no se sabe a quién le molestaban y los mató, se pueden caminar muchas cuadras sin apenas una sombra; y los cubanos caminamos mucho, de ahí el éxito de la sombrilla.

El abanico (o la penca, también opcional), enfría el sudor y nos hace la ilusión de que nos refresca.

Otra de las prendas estrella del verano es una toallita cuadrada de 30 centímetros para secar el sudor donde el pañuelo se vuelve insuficiente.

Por último, pruebe el verano en la calle sin poder tomar un poco de agua fría: (se congela la botella, se envuelve en periódicos o un paño y se protege en una bolsa de plástico). Muy eficaz, porque beber agua en la calle es inseguro o cuesta en esa otra moneda -de curso legal no se sabe hasta cuándo- el equivalente a un día de salario, nunca menos.

Hablo de una modesta botellita de medio litro que se bebe sin respirar a las dos de la tarde con 33º y 68 % de humedad relativa.

Si no es amante de la televisión, con su irregular calidad entre estrenos y refritos exitosos para estos meses, la opción natural del verano es la playa. Preparar la noche anterior algo sencillo de comer, congelar varias botellas de agua potable, y levantarse temprano. Muchos tendrán la misma iniciativa, por lo que el transporte hacia las playas irá atestado.

Si dispone de una reserva monetaria, puede compartir el alquiler de un auto, de esos que cobran por persona y no por viaje, pero eso es para algunos.

El transporte público es crisol de problemas. El calor, el hacinamiento, los olores corporales, la música alta, y la coda de su dilatado servicio, crean una combinación enervante que dispara el ánimo y pone a prueba la disciplina social; y la disciplina social suele salir suspensa.

Otra variante para acercarse un poco más al concepto de vacaciones, son las bases de campismo. A los jóvenes les encanta acampar, con su razonable dosis de alcohol y promiscuidad. También por supuesto, asisten familias.

Dos generaciones de cubanos no conocen otra forma de vacacionar; hay familias expertas que dejan siempre una «guardia» en la cabaña para evitar robos, que cargan con ventiladores, ollas de presión y mosquiteros para garantizarse una mejor estancia. Por una idea seguramente pequeño burguesa y diversionista de cómo son las vacaciones, para mí, el campismo está perdonado.

Como la inmensa mayoría de los cubanos, tampoco puedo irme ni por un fin de semana a un hotel de playa y desde una tumbona pedir un mojito sin pensar qué voy a cocinar luego y reírme del calor en el aire acondicionado.

Desde «el sofá más largo de la ciudad», los habaneros también vacacionan. Se acuestan o balancean los pies frente al mar en dolce far niente por un rato. Los más osados desafían la prohibición de baño por aguas contaminadas y se lanzan desde el arrecife. Queda aún vestigio de las piscinas naturales de cuando aquel mar era pulcro. Hablo de hace cien años.

Abundan los que llevan su botella de ron «para descargar». Los animadores furtivos, por un precio que varía según la nacionalidad del cliente, tienen repertorio nacional e internacional. Otros mercaderes sin licencia ofrecen desde inocentes propuestas gastronómicas, hasta ofertas, tan ilegales como las comestibles, pero mucho más peligrosas.

Claro que hay paisanos que viajan, que se hospedan en hoteles, que las vacaciones significan para ellos unas vacaciones de verdad. Esos, o tienen familiares en el extranjero, o un negocio exitoso, o un negocio fraudulento, o pertenecen a la nomenclatura, o también, y para que no se diga, constituyen un reducidísimo grupo de trabajadores destacados a los que premian con una semana en un «todo incluido» a precio preferencial (entre paréntesis, otra fuente de corrupción, beneficiando a quien no es ni destacado, y en muchos casos, ni trabajador).

Hace muchos años, los meses de vacaciones para mí son como los demás, pero sin apagar el ventilador. Me quejo de la temperatura que me cocina a la brasa, como si con eso pudiera conjurarla.

Si salgo (con mis cuatro infaltables apéndices), regreso a casa repitiendo la frase que he compartido con conocidos y extraños: -¡qué calor, pero qué clase de calor! Y si me harto de la modorra canicular, siempre tengo la posibilidad al final de la tarde de caminar hasta el Malecón, y deleitarme con una espectacular puesta de sol. Es irrepetible, y es gratis.

La buena ciudadana, 19 de junio 2014

Siempre doy los buenos días, mis vecinos no tienen ni una queja de mi convivencia, mis horarios nocturnos no interfieren el sueño de los demás, enseñé a mi hijo a escuchar su rock con audífonos para ensordecerse en privado.

Ante catástrofes naturales, cuando vienen a mi puerta por ayuda, tengo lista la donación, si es que no han llegado tarde los del Comité de Defensa (ONG u organización de control del vecindario, según de dónde se mire) y ya la he enviado por vías alternativas y más dinámicas. No piso el césped ni ensucio la ciudad al azar.

El transporte urbano me da oportunidad para demostrar mi conciencia ciudadana: me excuso cuando tropiezo en la guagua (autobús), que siempre pago, cedo el asiento sin pensarlo ante una embarazada, ayudo a bajar a las personas mayores (yo casi estoy en edad de que comiencen a ayudarme a mí).

No pretendo autobombo, pero como sí pretendo volverme ciudadana empoderada, comienzo por ser una ciudadana consecuente. Por eso mismo revisé el reglamento de importación de la Aduana General de la República, para comprobar si todo lo que pensaba ingresar al país a mi regreso de un breve viaje a Perú estaba en regla.

Y era así, pero los funcionarios de aduana invocaron un artículo según el cual pueden retener contenido de mi equipaje hasta por treinta días para su revisión, y al amparo de dicho artículo me llevaron a una habitación donde hicieron un exhaustivo escrutinio de todas mis pertenencias dejando retenidos:

  • Una laptop con su cargador y su mouse
  • Cámara de video y mi vieja cámara fotográfica con sendos trípodes, cargadores y memorias asociadas
  • Dos discos externos sellados en su caja que abrieron para la inspección
  • Tableta, memoria flash y mi teléfono de Cuba que sacara la semana anterior junto con la cámara fotográfica y que en la propia aduana me habían dicho al salir que no era necesario declarar
  • Cuatro libros de la autoría de mi esposo que también salieron de Cuba conmigo y otro libro regalado, el análisis de la primera campaña presidencial de Obama en las redes sociales
  • Carpeta del Seminario Periodismo Digital y Redes Sociales – evento al que asistí en Perú – con mis notas manuscritas

Nadie sea ingenuo. No lo fui yo cuando acepté la invitación para participar en el Seminario, siendo como soy una ciudadana que pretende empoderarse al margen del diseño oficial; no lo sean ustedes al pensar que fui objeto de una equivocación o de una rutina aleatoria. Los únicos requisados en nuestro vuelo fuimos los tres que viajamos al Seminario de marras.

Mis compañeros de viaje decidieron permanecer en la sala de la terminal aérea hasta que les fueran devueltas sus pertenencias, con la decisión, si eran expulsados de allí, de mantenerse en la puerta en señal de protesta.

A mí ni se me ocurrió protestar la medida, aislada como estaba y sabiéndome objeto de una orden en la que los funcionarios aduanales solo eran el pretexto; me hizo sentir mejor pensar que mi salida permitió que a través de las redes sociales se conociera inmediatamente de la arbitrariedad, y que ese mismo día, siete horas después de aterrizar, a mis compañeros de viaje les reintegraran todo lo retenido.

La versión corta es que como el supervisor a cargo de mi inspección no solo no me habló de mis derechos, sino que se aprovechó del desconocimiento de la ley que yo tenía entonces para invocarla incorrectamente, desoyó mi reclamo de devolverme el menos el teléfono –muy fácil de comprobar que se trataba de mi línea nacional porque la empresa Cubacel es el único proveedor de servicio de telefonía móvil en Cuba– pero como displicente me dijo que si no estaba de acuerdo me podía queja.

Asesorada por abogados, no solo hice la reclamación de mis pertenencias, sino que redacté una fundada queja y la entregué en el departamento de atención a la población de la Aduana del Aeropuerto. Ese mismo día por la tarde me llamaron al teléfono de mi hijo para decirme que pasara al día siguiente para recoger mis cosas.

Cinco horas y dieciséis disculpas después, me devolvieron todo, excepto los libros y la carpeta del seminario por el que viajé a Lima. A pesar de que de los cinco libros decomisados, cuatro salieron conmigo de Cuba, fueron escritos por mi marido, el poeta Rafael Alcides y uno de ellos, publicado en Cuba, Premio de la Crítica; a pesar de que argumenté además que los otros libros publicados en España habían sido inspeccionados por aquella propia Aduana tres años atrás. Respecto a la carpeta, qué decirles. Mi diploma del seminario, el currículo de los conferencistas, una nota manuscrita de cómo se elabora un guion técnico, todo muy peligroso y desestabilizador.

55 años después del eslogan «no creas, lee», las mismas autoridades de entonces deciden qué se puede o no leer. Recuerdo la anécdota, no sé si real o apócrifa de que luego del golpe militar en Chile, preguntaron al ya moribundo Neruda si en su casa había algún material subversivo, a lo que Neruda respondió: “Sí, la Poesía”. Por más buena ciudadana que pretenda ser, siempre seré culpable en un país donde la poesía entra en el rango de la sospecha.

Mi veinte de mayo, 22 de mayo 2014

El 20 de mayo es mi cumpleaños oficial. En realidad nací el 19 por la noche, pero mi mamá decidió que no sería en fecha luctuosa (muerte del Héroe Nacional cubano José Martí), y con razones más familiares que patrióticas, por tres horas más «nací» el mismo día que mi papá y día de fiesta nacional, glorioso momento de 1902 en que se izó la bandera en el Castillo del Morro, y que marca el nacimiento de la República.

Después de la Revolución de 1959, el 20 de mayo pasó a ser una referencia desconocida para los más jóvenes en una frase admonitoria: lo que le cayó fue un 20 de mayo. La historiografía revolucionaria revisó la fecha, que pasó a ser día infamante, génesis de todos los males de la nación, sobre todo por el lastre de un apéndice constitucional conocido como Enmienda Platt.

Su lectura refrenda el poder de intervención que el gobierno norteamericano tuvo por 32 años en detrimento de nuestra soberanía; igual, si me pongo memoriosa, los imperios nunca necesitan pretextos legales: los alemanes en Europa, los japoneses en Manchuria, los estadounidenses en Santo Domingo, los soviéticos en Checoslovaquia… Ahora mismo los rusos, serios aspirantes a revalidar la corona de la URSS, se han puesto golosos, acaban de anexarse un pedazo de Ucrania y parecieran querer más.

Pero hablaba del 20 de mayo. Como acabo de cumplir años (muchos), y alguna sabiduría debo haber adquirido, estoy convencida de que aquella república no fue tan mala como afirman en los nuevos libros de texto; era joven, inexperta, venía de una herencia hispana, tan dada a la corrupción y la molicie, pero era perfectible; no que ahora tenemos un socialismo irrevocable e inamovible, con secretismo y calamidad económica; con una falta de pluralismo tal que no coincidir con el pensamiento oficial se considera antipatriótico.

Antipatriótico. Yo, que no soy postmoderna y me emociono con el himno, que presumo de una abundante genealogía mambisa (como se conoce a los cubanos que lucharon por la independencia de España).

Tan cubana, que me sería imposible rastrear a un abuelito español para tener otro pasaporte (pasatiempo nacional tan de moda) y paliar esa sensación de insularidad que nuestra condición geográfica define y que la política impone.

Cubana en la aldea global –una idea que me gusta por incluyente- pero mientras, quisiera celebrar cumpleaños con fiesta de bandera. Pero no puedo. Las banderas se venden en divisas fuertes, lo suficientemente caras como para que solo un turista decida llevarse una como souvenir de su viaje a Cuba.

 

Segundo aire, 13 de mayo 2014

Para alguien que hace 25 años pidió la baja como oficial de contrainteligencia en el Ministerio del Interior, y que hace 20 entregó el carné de miembro del Partido Comunista –el único permitido-, el camino del desencanto ha sido largo, pero imparable.

Ese eufemismo conocido por los cubanos como Período Especial en tiempo de Paz, fue una época aciaga a la que solo el nacimiento de mi hijo dio sentido.

Con moral de postguerra –la moral nacional- compré de contrabando, me arriesgué en el ilegal alquiler de mi auto, me hice masajista profesional, y gracias a una telenovela brasileña que puso de moda los cintillos de pelo, elaboré cintillos, y entre la pena y el miedo, los propuse en la entrada del hospital materno donde me atendí el embarazo.

En medio de esa insignificancia vital, un viaje al extranjero en 2009 me cambió la vida. Cristóbal Colón al encontrar el Nuevo Mundo debe haber sentido lo mismo que yo al descubrir internet.

Volví de ese viaje con la determinación de hacer un blog, pero sin idea del cómo.

Gracias a la academia que albergara la bloguera Yoani Sánchez en su casa, adquirí la teoría; la práctica la logré con un «simulador offline» del que abusé para manejarme con soltura en WordPress, hasta iniciar Malaletra.com.

Aquella timorata con el sobresalto de tocar la tecla incorrecta y la que ahora se enreda sin miedo con los más avanzados programas de edición, soy yo y una nueva yo.

Mi título en Historia, ser lectora insaciable y un marido escritor con frondosos borradores, me llevaron a convertirme en editora. La curiosidad, la pasión por la información, y la inconformidad con la situación cubana me han hecho bloguear y tuitear a ciegas, cada vez más lejos de ser masa; cada vez más cerca de ser ciudadana.

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