Entre colas

«Entre abogados te veas», esa maldición de las pelis, la reacomodaría para Cuba como «Entre colas te veas», exacta, abarcadora.
Ando de trámites, una salida brutal luego del aislamiento de la pandemia. Pero además del ejercicio de paciencia, largas horas de espera dan mucho mejor que Granma o Cuba Dice, cómo andan los estados de opinión.
Pasadas las primeras horas, la complicidad de sufrir el transitorio destino común de la solución (o no) del trámite, ya sin cautelas, aflora la irritación, el descontento y la suspicacia con que se enfrenta el advenimiento de 2021.
Los nuevos precios ocupan muchísimo más espacio que los aumentos salariales; no hay que ser matemático o economista, todo el que se quejó en mi cola del Registro Civil -que no fueron pocos- asumía que la vida no era solo pagar alimentos y energía, y que esos extras normales, se ve que no son problema para los que ordenaron la Tarea Ordenamiento. Vi serias dudas con la frase «nadie quedará desamparado», pues más de un caso de desamparo continuado se narró en la cola.
Como siempre en Cuba, los chistes, ahora también en forma de memes,  se compartieron con esa capacidad de reírnos de nuestra desgracia, válvula de escape también para gusanear de «todos esos dirigentes que salen por televisión cuya apariencia niega cualquier dificultad alimentaria».
Como nota de fondo: en esa cola de gente ansiosa, y en las del Banco del Focsa, la Cadeca, la bodega de N y 21, Coppelia, el agro de 17 y K y el de 26 y 41, la MLC de 12 y Linea y la TRD La Mariposa, el mercadito de 12 y 25, el ex Pain de Paris de 26 y Kohly, y en el ómnibus de la A27; el distanciamiento social es una entelequia, algo que, al igual que el descontento general, los periodistas de la televisión no logran captar para su triunfalismo de fin de año.

Anatomía del miedo

(Publicado originalmente en El Estornudo https://www.revistaelestornudo.com/miedo-acto-repudio-oposicion-cuba-disidencia/)

Para las mujeres de ahora mismo, protagonistas

En 1980 trabajaba en el G2 (Sí, en el G2), y había sido incluida como personal de apoyo de aquella gigantesca “Operación Inca” iniciada con los sucesos de la Embajada del Perú. Las primerasveces que atravesé la barrera numerosa, vociferante e intimidante que se agolpaba donde la Quinta Avenida se bifurca y desemboca en el antiguo círculo social obrero Abreu Fontán, sentí real la posibilidad de una agresión física. Solo al llegar hastala posta de la entrada respiraba aliviada. En el Abreu Fontán se concentraba para el papeleo a los ciudadanos que abandonarían el país vía Mariel.

Yo, que no era de tshirt y nunca lo he sido, me hice con 3 pulóveres de aquellos de “abajo el bloqueo”, “fuera yanquis de Guantánamo” y “no a los vuelos espías”, cada uno con su correspondiente imagen. Fueron mi frágil resguardo para sentirme a salvode la turba. No me detuve en el miedo enorme e inerme de los que atravesaban la muralla de “pueblo indignado” buscando su libertad. En las semanas que trabajé en aquel balneario playero convertido en ruidoso, hacinado y malolientealmacén de personas ansiosas, ignorantes de su día después, sostenidas solo por la esperanza de irse, nunca pensé en el miedo del otro.
Rechazaba la barbarie de los mítines de repudio, esa masa amorfa y anónima que desató su impunidad y sus instintos, que cebó frustraciones y pasó la cuenta en connivencia con las autoridades. No estuve en ningún repudio. El único que se hizo en mi cuadra, contra una familia discreta y decente que jamás hizo el paripé de estar a favor del gobierno, apenas contó con cuatro mujerangas vociferantes recién llegadas al barrio.
Carlitos Berenguerrecibió en sí el escarnio por todos los que se iban. Era, hasta donde sé, un funcionario intermedio en una dependencia del estado, pero frente a su edificio en la Avenida 26, muy cerca de mi casa, se armó una tarima, se instalaron equipos de audio y luminarias y se organizaba todos los días un pogromo que iba desde el canto inflamado hasta las peores alusiones a su vida personal. Esto aderezado con cortes eléctricos y de gas, de pintadas en la puerta de su apartamento. No puedo imaginar el infierno de esa familia y la vergüenza ajena que sentí la única vez que la curiosidad me detuvo allí.Reconocí en muchas caras el mismo rechazo que aquello me inspiraba, pero hacían su parte para no parecer ni muy entusiasmados ni muy apáticos. Los espontáneos de la pureza ideológica destacaban al micrófono, alzaban el puño y enronquecían con diatribas. A muchos de esos, que hoy escupen con asco en las cuatro esquinas del mundo cuando les hablan de la Revolución, el miedo de ser desenmascarados les acompaña, y ese también debe ser un miedo muy perturbador.
Hubo otros casos menos connotados pero con saldo trágico de lesiones y muerte. No sé si exista la cifra, 1980 no era época de internet, y mucho de aquel horror pasó inadvertido para el mundo y hasta para los propios cubanos. Puedo entender a los que el rencor les carcomió para siempre porque hay golpes tan fuertes en la vida… Aun así, hubo repercusiones para el gobierno de Cuba. Desdiciéndose después de afirmar que el pueblo entraría en acción; Fidel Castro declaró la superioridad moral del mismo pueblo, poniendo fin -al menos de forma oficial- a aquellas penosas jornadas de intransigencia.
La latencia del método se mantuvo en las Brigadas de Respuesta Rápida y cuando el Maleconazo en 1994, pero sobre todo en lo que va de este siglo, contra la oposición pacífica y en especial contra las Damas de Blanco.
Me tocó de cerca el acto de repudio en 1993 a la familia de los hijos de mi esposo Rafael Alcides. Ingresada por meses para lograr mi embarazo, y con una cesárea tres días después, los detalles de aquel gran performancey la detención de Alcidesvine a conocerloscon el tiempo. Calle cerrada, cámaras, altavoces, extraños sacados de su centro de trabajo para gritar sin saber a quién ni por qué gritaban.
Faltaba mi propio acto de repudio. Y lo vivílos días 10 y 11 de diciembre de 2013 en la sede de Estado de Sats. Veinte años después, pero iguales métodos: Calle cerrada, cámaras, altavoces, extraños sacados de su centro de trabajo (y de estudios) para gritar sin saber a quién ni por qué gritaban.
No quiero detenerme enlos repudios, intrínsecamente viles. Quiero detenerme en el miedo. En el miedo a desmarcarse y denunciar la degradación a que son convocados seres humanos que el día anterior se saludaban o hasta debían un favor al enemigo. Del miedo que como una medicina preventiva pretenden extender entre la ciudadanía cada vez más indócil; del miedo de los convocantes a terminarmutando de victimarios a víctimas.
El miedo para manifestar mi rechazo en el “lugar y el momento correcto”, el miedo de no serconsiderada suficientemente combativa, el miedo a no encajar. El miedo en aquella oportunidad en que cercaron la sede de Estado de Sats y decidí cocinar para dejar de ladola preocupación de que mi familia no supiera de mí desde el día anterior. Se piensan cosas terribles en momentos así.
Esto no es una historia, es solo llamar la atención sobre un fenómeno que se recicla de formas creativas, siempre con alguienes abyectos a quienes echar mano para dañar aún más –y sí que es posible- nuestro frágil tejido social.Ese es el miedo que me va quedando.

Descarga gratuita

Contracastro, la novela que Rafael Alcides comenzara en 1965 y que diera por terminada dos días antes de morir, puede ser descargada gratuitamente en el siguiente enlace:

La utilidad de la lengua

Hay lecturas q tienen el efecto de desear ponerme a escribir. Se lo comentaba a mi amor en esa relación enrevesada que mantenemos, un juego de distancias, un juego que Carlos Lechuga entendería y entenderá mejor cuando llegue a viejo.

En esta ¿novela? Carlos habla de sí a través de sus obsesiones: cine, sexo, Cuba. Hasta en esas entrevistas que nos regala, es Carlos quien se dibuja. No se canta y se celebra; se atormenta, con esa insolencia de los jóvenes para creer que los cuarenta son el fin de todo. Escribe de lo que mejor conoce, que es sí mismo, y emerge imperfecto pero creíble, y disculpo ante su sinceridad cualquier defecto.

Esto no es una crítica literaria, el libro me gustó pasada la trampa que nos avisa que lo que vemos puede o no ser, que realidad y ficción borran los límites para este obseso que escribe mientras espera reunir dinero para su próximo proyecto de cine.

Mata y escribe, Carlos Lechuga. El cine vendrá. Cuba vendrá (o se irá). En cuanto a tu otra obsesión, Pfizer te la tiene resuelta.

La malla de la calle.

Imagino a un grupo de jóvenes entusiasmados con la hendija que deja a su red callejera subsumida en los Joven Club de Computación. Imagino que por salvar lo que se pueda de su querida Snet, aportan soluciones, tecnología, conocimientos. Luego vendrá la vida, y los decretos del MinCom que regulan la congestión del espacio radioeléctrico (no puedo evitar el símil con aquellos aviones chocando entre sí como la mejor respuesta de un funcionario ante el manifiesto deseo de viajar de un grupo de estudiantes, hace años).
Imagino también a otro grupo frustrado, entristecido; más certeros, pero purgando en silencio el deceso de la red que ayudaron a crear y les permitió vivir en el espacio de sus juegos favoritos, ese grupo que sabe que este es el fin de Snet como la conocieron. El fin de Snet en definitiva, pues de ella no quedará ni el nombre.
Imagino otro grupo que ha sido sucesivamente acosejado, denostado, intimidado y amenazado -escoja usted-, por pronunciarse abiertamente en contra de las resoluciones que condenan a muerte la malla de la calle.
Imagino que en algún centro de monitoreo ideológico, ya habían percibido y alertado del nihilismo atópico que se observa en una parte preocupante de la juventud, y cerrar ese espacio de libertad y evasión q supone Snet es contemplado como parte de las medidas necesarias para acabar con esta desviación del hombre -y la mujer, que hay que usar la corrección- nuevos.
Imagino más; imagino a algún especialista alertando del peligro de lanzar a cientos de jóvenes a purgar su tiempo libre en la vida real, con todos los significantes que eso pueda tener.
Imagino que esto iba a ser “una decisión tomada”, y si aparecieron alternativas, no fue por la comprensión temprana de los decisores, sino por la oleada de opiniones en las redes sociales y la percepción de que el cierre drástico de la Snet le enajenaría automáticamente al gobierno la simpatía de cientos de jóvenes. Tampoco es que esos cientos en pleno se sientan muy comprometidos con el proyecto gubernamental, pero entre juegos, programación, manga y otros entretenimientos, ellos estaban en otra parte.
Imagino a Marco Velázquez Cristo, escribiendo el artículo publicado en PostCuba.cucu, imaginando a su vez cómo aprovechar el mejunje habitual de las redes sociales, donde a los usuarios de Snet se sumaron propios, ajenos, serenos, revoltosos, provocadores y troles, para escribir un texto «profiláctico».
No son ligeras acusaciones para los jóvenes organizadores movidos por el deseo de no ver morir su proyecto. No habrá pruebas de que fue un montaje desde Miami, tampoco podremos encontrar la lógica de por qué los que lucraban a la vera de Snet, prefirieron mansamente dar la cara a buscar variantes para su enriquecimiento. Es sabido que si la disciplina de la red era violada, el infractor iba expulsado, eso también lo debe saber el autor del texto, pero prefiere centrarse en lo que provoca una reacción, ya sea de rechazo o de prudencia: lucro, ilegalidad, oportunismo, contrarrevolución.
Ese es el objetivo. A esos jóvenes de Snet se les ha dado una contundente respuesta y se ha mandado un claro mensaje a la ciudadanía: no permitiremos. El gobierno con su presidente no lo deja a la imaginación: Somos Continuidad.

Emociones y Redes Sociales

Con la posibilidad de acceder a internet desde el móvil, a la inmensa mayoría del pueblo cubano se le ha abierto una puerta a un mundo casi desconocido. Un mundo con bastantes años de andadura donde la ingenuidad mezclada con la voracidad por lo negado tanto tiempo, produce comportamientos poco saludables, visibles sobre todo en las redes sociales.

Basta con estar emocionalmente en desacuerdo con una idea/foto/video/texto, para que una persona normal se convierta en troll. Y si los ataques o adhesiones se multiplican en una esquina u otra de ese cuadrilátero virtual, nuevos usuarios mutarán en troles de parte y parte. Refuerzan la idea de sí y de lo que esperan los demás de esa interacción. No estar cara a cara y el uso de.seudónimos refuerza ese comportamiento que en la vida real suele ser de menor.intensidad, o que al.menos, no alcanza el pico con inmediatez.

No es un fenómeno exclusivo de.Cuba. Se sabe que cuando el.tema es emotivo, las.personas actúan basándose en la indignación moral, lo cual las hace sentir bien consigo mismas, y ese sentimiento de sentirse en lo correcto refuerza el volver a intervenir en el mismo tono.

Facebook y Twitter son espacios ideales para transmitir emociones, y esa emoción desea muchos me gusta, compartir o retuitear por la recompensa moral de la aprobación.

Desde otro ángulo, este comportamiento no ha pasado inadvertido para aquellas personas que han visto un filón económico.

¿Alguna vez -o muchas- has compartido fotos tiernas de animales, bellos atardeceres, paisajes idílicos, frases sabias, motivadoras, ingeniosas; o esas imágenes más emotivas de personas desnutridas, bebés con síndrome down o niños con cáncer?

¿Compartes cadenas religiosas, de abrazos, de la amistad, en fin, las variadas combinaciones que siempre terminan pidiendo un montón de.reenvíos?

Casi todos alguna vez hemos compartido, otros han perdido la cuenta de las veces que han dado click o amén a estos contenidos.

Víctimas del desconocimiento, también hemos circulado los mensajes de «el administrador de Messenger» o de «el CEO de Facebook»,  advirtiéndonos que solo quedan nosemascuántas cuentas y que reenviemos la información a nuestros contactos. Otra variante con disfraz corporativo.

Casi todas esas llegadas a nuestro muro tienen un fin diferente al que aparentan. Apelando al sentimiento subyacente de que si no te involucras no eres buena persona, o no apoyas a una amistad, o que puede producirse una catástrofe en nuestra amada red social; en diversos puntos del planeta, personas que jamás conoceremos, ganan dinero con nuestros clicks.

Solo de pasada, mencionar las noticias o imágenes falsas o fuera de contexto con titulares apocalípticos. A nuestro muro llegan estados tan importantes/ingeniosos/impactantes que los compartimos inmediatamente. Ni estamos obligados al fact check, pero al menos debemos ser conscientes de que existe un problema y va en aumento.

Estas son, digamos, formas tramposas pero bastante inocuas de ganar una platica a costa nuestra. Pero hay otras cuyo alcance no.podemos manejar.

Hace un tiempo se supo que un pasatiempo que todavía anda por Facebook ya que se hizo muy popular, fue diseñado específicamente para captar datos: ¿A que famoso te pareces? A partir de una foto propia se observa la transformación hasta la del famoso en cuestión. Para ejecutarse, la app solicita permisos y recibe datos tales como nombre, foto, edad, sexo, idioma, país, lista de amistades, correo, fotos, likes…

La empresa surcoreana VonVon,  y ya no hablo de individuos si no de empresas, ( http://la.vonvon.me/terms/privacy_policy.html?_hv=951dcbc ), desarrolladora de este y otra variedad de juegos para Facebook comercia con esa información. En su política de privacidad anuncia que los datos que recopila pueden ser vendidos a terceros, lo cual significa que es posible que nuestros datos se envíen sin nuestro conocimiento a un sitio con el cual jamás hemos interactuado, del que no tenemos noticias y que no sepamos con qué fin se colectan.

Tampoco la solución pasa por  «apagar» Facebook, quien ya tuvo su conteo de protección hace ahora un año, con el filtrado de datos de millones de usuarios a Cambridge Analytica (https://bbc.com/mundo/amp/noticias-43655026 ) y acaba de conocerse una falla de seguridad que dejó expuestos los datos de al menos un millón de usuarios ( https://zdnet.com/article/facebook-tackles-developers-databases-leaking-atl-least-one-million-users-records/ ). Es de sentido común no dejarnos llevar por la empática primera impresión. Si una amistad nos comparte un contenido de importancia, podemos y debemos apoyarle. O simplemente porque nos gusta. Pero es mucho más saludable crear contenidos propios con los temas que nos interesan que replicar los que llegan desde quién sabe dónde.

Con las cadenas de todo tipo, la palabra debiera ser NO, pero hablamos de redes sociales, y tampoco hay que exagerar. Qué publicamos y qué compartimos siempre será una responsabilidad individual.